Edgar González Hidalgo
Acudí a una gran amiga gallega, allá en diciembre del año pasado vía Skype, con la idea de expresarle mi idea de realizar un voluntariado que me abriera las puertas a participar de historias extraordinarias ajenas a mi cotidianidad, no tardó en brindarme el regalo de Reyes Magos unos días por adelantado: ofrecerme la posibilidad de colaborar en el Proyecto por una educación inclusiva y de calidad en el Barrio Santa Lucía, financiado por la cooperación galega y la Xunta de Galicia, de la mano de Fundación Balms para la Infancia, Fundación Solidaridad y el Centro Integral para el Desarrollo Local (CIDEL).
Si el movimiento forma parte del aprendizaje y el crecimiento de las personas, la población del Barrio Santa Lucía, conocido antes como La Mosca, es un fiel retrato de lo que se puede lograr sin detenerse ni un sólo instante por el avance de sus aspiraciones y capacidades. Empezando por el cambio de nombre con el que se denomina al barrio respecto a cómo era conocido antes de que se iniciara el proyecto, esto ya constituye para mí un claro ejemplo de la firme voluntad hacía una transformación integral que radica especialmente en fortalecer el empoderamiento de las personas que viven en el Barrio como eje principal del progreso del mismo junto a la incuestionable ayuda de actores externos y que son parte de la familia que forman los vecinos de Santa Lucía. Me refiero a la Fundación Balms para la Infancia, Fundación Solidaridad y el Centro Integral para el Desarrollo Local (CIDEL), partícipes en el desarrollo del Barrio a través de su trabajo e implicación con Santa Lucía. Sin el buen entendimiento y el sentimiento de ambas partes no se entenderían las energías tan positivas que se sienten en un lugar al que no le faltan murales de colores en sus calles y colmados.
Podría mencionar a muchas personas, tanto de las que viven en Santa Lucía, como aquellos o aquellas que lo viven desde el alma siendo su máxima prioridad mejorar la calidad en educación y a su vez la situación de un Barrio de escasos recursos económicos, que además se encuentra próximo al Vertedero de Rafey, lo cual resulta impactante debido a la continua vulnerabilidad a la que están expuestos sus habitantes. Sin embargo, no me atrevo a escribir nombres porque creo que sería injusto olvidarme de alguno de ellos.
Durante la estancia de casi 3 intensas semanas, que viví junto a mi compañera Gloria, participamos en Consejo de Desarrollo del Barrio Santa Lucía, acompañamos a las personas que forman dicho Consejo en su visita al Ministerio de Cultura de Santiago de los Caballeros y en las que se debatieron diferentes problemáticas del barrio, poniendo el foco en la el riesgo que corren un gran número de niños y niñas de Santa Lucía de no ser escolarizados por la falta de plazas en las aulas; recogimos datos sobre la brecha de género mediante una encuesta realizada sobre una muestra de 200 hogares que nos permitió conocer y medir la situación socioeconómica precaria en la que se encuentran la mayoría de familias; disfrutamos de un taller de lectura con los energéticos niños y niñas de la ludoteca del Centro Comunal Mauro Lorenzo; colaboramos en la puesta en marcha de un stand en la primera edición de la feria ExpoCienfuegos 2018 en el marco de la comunidad de Cienfuegos con el propósito de divulgar el proyecto y acércalo a sus visitantes; grabamos entrevistas con las personas del barrio; entre otros.
Sin duda, hemos sido testigos de lo que significa trabajar con el corazón. Y es que al Barrio Santa Lucía, ubicado en las afueras de la ciudad de Santiago de Caballeros -conocida como “ciudad corazón”-, si algo no le falta es precisamente eso, corazón. Es por ello que desde aquí queremos decirles a todas esas personas que nos han dado esta fantástica oportunidad de acercarnos a sus vidas: gracias, de corazón.
@EdiGohi