Igualar nuestros derechos implica igualar nuestras realidades

Finalizamos la primera parte de la campaña “Igualando derechos, igualando realidades” que tuvo como objetivo poner en valor el tragajo de cuidados que realizan en un 90% mujeres y visibilizar las desigualdades estructurales que esta realidad genera.

Se realizaron diversas actividades como el “Panel por el empoderamiento y desarrollo comunitario de las mujeres en el barrio Santa Lucía”, la participación en las movilizaciones del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y conmemoración del 60 aniversario de las Hermanas Mirabal, una exposición itinerante expuesta tanto en Santa Lucía como en el Ayuntamiento de Santiago Oeste acompañadas de una estrategia de comunicación en redes sociales.

A través de estas actividades se buscó dar visibilidad a las mujeres del Barrio Santa Lucía y del municipio de Santiago que trabajan a nivel laboral y en las labores de cuidados tanto de sus familias como de su comunidad.

Esta desigual distribución del trabajo de cuidado es consecuencia de los fuertes estereotipos de género que aún persistentes en nuestras sociedades y representa un enorme obstáculo para lograr igualdad y para que exista igualdad de condiciones entre los hombres y las mujeres en el disfrute de los derechos, tales como el derecho al trabajo decente, el derecho a la educación, el derecho a la salud y el derecho a participar en la vida pública.

El trabajo de cuidado no remunerado a menudo impide que las mujeres puedan buscar un trabajo fuera del hogar. Por ejemplo, un estudio en América Latina y el Caribe mostró que más de la mitad de las mujeres de entre 20 y 24 años no buscan trabajo fuera del hogar debido a la carga de trabajo que tienen con las tareas domésticas.

La desproporcionada carga de trabajo de cuidado también limita las oportunidades de las mujeres para avanzar profesionalmente así como su nivel salarial y aumenta las probabilidades de que las mujeres terminen en un trabajo precario e informal.

Los estereotipos de género que sitúan a las mujeres como únicas responsables de las tareas de cuidado también impactan negativamente en los hombres, quienes sufren la presión social de tener que ser los “proveedores”, proporcionando a su familia financieramente en lugar de cuidar de ellos más directamente.

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